Sobre la Obra de Gustavo Rodríguez Jara

A principios de la década de 1980 se produjo en el arte paraguayo un fenómeno que con el tiempo tendría largos alcances: la aparición de jóvenes artistas que, apoyados en el manejo del lápiz o la plumilla como elementos de trabajo, escaparían airosamente a las normas tradicionales de la pintura y el grabado en la realización de la obra.

Se impuso el dibujo simple, inmediato, capaz de captar la fugacidad del momento y retenerlo en toda su potencialidad de comunicación y estética.

Algunos de ellos venían de una formación en la facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de Asunción, otros despertaban su talento en agencias de publicidad y escuelas de dibujo. Con el fortalecimiento de esta técnica tan antigua como el arte y temáticamente ilimitada, los nuevos artistas proponían, al mismo tiempo un mayor acercamiento al público joven y a aquel segmento que inhibido tal vez no se atrevía a acercarse a las galerías y salas de exposiciones.

El movimiento, lejos de ser transitorio, se fue afianzando en los años siguientes con la aparición de nuevos talentos que aceptaron en desafío insistiendo en dos aspectos: el perfeccionamiento en la composición y el afianzamiento en el manejo técnico.

Gustavo Rodríguez Jara pertenece precisamente a esa generación que, entre mediados de los ochenta y principios de los noventa se adhirió con entusiasmo y talento a ese lenguaje al que se habían consagrado artistas que han pasado a la historia del arte paraguayo como Jenaro Pindú, Ricardo Yustman, Gabriel Brizuela, Pedro Florentín Demestri, Nicodemus Espinoza, Roberto Goiriz, y otros. Como muchos de ellos, Gustavo Rodríguez Jara se inició en la temática figurativa y presentó sus primeros trabajos en exposiciones colectivas.

Una evolución posterior, fruto de la madurez creativa y el empeño en explorar las posibilidades del dibujo lo llevaron a buscar en las formas geométricas un nuevo campo de experimentación. Este nuevo planteo del dibujo tiene reminiscencias del op art de la década del setenta, pero ostenta un poderoso componente que es la espacialidad de las composiciones.

En este nuevo periodo Gustavo Rodríguez Jara deja de lado la bidimencionalidad de sus primeros años para sugerir formas tridimensionales abstractas, que bien puede significar un homenaje a las escenografías tecnológicas creadas para las películas de ciencia ficción, pero con una diferencia: de que las figuras ideales creadas en el dibujo, en este caso se vuelven etéreos y transparentes, dando mayor significación al espacio que a los volúmenes que lo limitan.

Este paso fue también el punto de partida para ingresar en el manejo del color, que para  el artista tiene un carácter absolutamente primario, con énfasis en el azul y el amarillo. Es, evidentemente, un ingreso muy atrevido porque significa una decisión sin retorno, acentuado en este caso por la ejecución de objetos ya no planos, en obras que se acercan mucho más a la escultura que al dibujo.

Pero este paso es también, por sobre todas las cosas, el producto de una evolución, de una sensibilidad hacia las nuevas ideas gráficas y estéticas que propone la vigencia masiva de las nuevas tecnologías: es un desafío que el artista ha sabido descubrir y aceptar con creatividad y buen dominio del lenguaje plástico.

Juan Manuel Prieto – Asunción, 17 de Junio de 2005 

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